domingo, 21 de agosto de 2011

Comentario a la columna "más información, menos conocimiento" de Vargas Llosa

En su columna del 6 de agosto en La Nación ( http://shrvl.com/s2B37 ) Vargas Llosa comparte sus inquietudes respecto de la pérdida de nuestro interés por la lectura y de nuestra capacidad de pensar. Sin duda con algún sesgo (mal que mal como todo escritor todavía querrá que existan lectores para sus libros...), pero también con el respaldo de evidencia científica, descrita en "The Shallows: What the Internet is Doing to our Brains" (N Carr), el premio Nobel se extiende sobre el impacto que la revolución de Internet y, en particular, la hiperconectividad están produciendo sobre nuestras habilidades cognitivas. Se trata de una mirada por cierto  bastante oscura de los cambios que estamos viviendo.


Las revoluciones tecnológicas han generado este tipo de temores en el pasado. Pues es verdad que las nuevas herramientas nos hacen perder viejas habilidades y costumbres, entregadas ahora a las máquinas. Basta recordar qué cantidad de tareas hemos pasado al computador y cómo hemos cambiado nuestro estilo de vida en estos últimos 15 años por culpa de "La Red" (ese engendro que no para de crecer, cuya columna vertebral es Internet, y que cada vez se empodera más gracias a los motores de búsqueda, las bases de datos, las telecomunicaciones, los dispositivos móviles, las redes sociales, etc). El computador hace las matemáticas por nosotros, corrige nuestra mala ortografía, escribe lo que dictamos, hojea la biblioteca infinita de Internet, busca y encuentra el contenido por nosotros, etc. La Blackberry, Twitter, el iPhone, Facebook, LinkedIn, Google+, iPad, etc, nos mantienen hiperconectados, hiperinterrumpidos, pendientes de mil cosas. La hiperconectividad nos impide concentrarnos en nada en particular, pues estamos aquí pero estamos en mil lugares a la vez, nos impide profundizar ningún tema por más de algunos minutos, nos corta el hilo de la conversación y del pensamiento. Ya no necesitamos ni hablar en persona con nadie, basta enviar un mensaje de texto (en realidad, de símbolos semi lingüísticos), basta chatear o informarse de los demás a través de Facebook. Es el celo de La Red, el celo de esta creatura que crece vertiginosamente en tamaño y complejidad y que no quiere que prestemos atención a nada más que a ella. La Red absorbe nuestra concentración y nuestras facultades como un hoyo negro absorbe toda la materia y energía a su alrededor.


La Red actúa como un hoyo negro que absorbe toda nuestra concentración y nuestras facultades

¿Con toda esta complejidad habrá adquirido La Red conciencia y voluntad propia y se habrá propuesto esclavizarnos? (algunos científicos creen que la conciencia es resultado de la complejidad de un sistema) ¿Nos convertirá La Red en meros monos semi-letrados, en esclavos al servicio de sus ilimitadas necesidades de crecimiento? ¿Terminará la red reprogramando nuestros cerebros para su propio beneficio? ¿Será el fin de la humanidad como la conocemos?


Bueno, este pesimismo ha sido alimento de muchos buenos libros y entretenidas películas de ficción. Pero por mi lado me inclino a pensar que no estamos frente al fin de nuestra libertad como seres humanos, no estamos frente al fin de nuestras capacidades intelectuales. Más bien creo que una vez más en la historia de la humanidad estamos viviendo uno de esos cambios paradigmáticos gigantescos, producidos por nuestra propia creatividad, emprendimiento y ambición, que nos han forzado a grandes y dolorosas adaptaciones. Pero después de un tiempo llegará el momento en que miraremos el pasado y veremos que hemos salido fortalecidos. En fin, confieso que sigo siendo un optimista...


Y es que el manejo de las nuevas tecnologías requiere y a la vez permite el desarrollo de nuevas habilidades; habilidades más abstractas y más poderosas, apalancadas en el poder de las máquinas. La revolución tecnológica que estamos viviendo nos permite y nos exige el desarrollo de habilidades de red y de interconexión múltiple, nuevas formas de comunicación que conllevan un nuevo lenguaje. En este escenario las habilidades autónomas (aquéllas que no requieren de interacción) de los individuos pierden relevancia frente a las habilidades de red. El cerebro de La Red es exponencialmente más poderoso que la suma de los cerebros individuales. Este cerebro de La Red nos permite resolver en cada vez menos tiempo problemas cada vez más complejos. Nuestras nuevas habilidades se apalancan en el infinito poder de La Red.


Estas nuevas habilidades nos permiten construir y subir nuevos peldaños en la escalera que lleva a la humanidad a alcanzar nuevas alturas y plantearse nuevos desafíos, antes inimaginables. Es verdad también que esta escalera que sube y sube es cada vez más peligrosa. Una caída desde la altura en la que ya nos encontramos sería mortal, nos podría llevar a la degradación, a la autodestrucción. Pero también es verdad que es gracias al poder de La Red que un individuo en cualquier lugar del planeta puede hoy darse a conocer al mundo y conocer el mundo. Es el poder de La Red el que nos permite hacer temblar las dictaduras y fortalecer las democracias como nunca antes. Es el poder de La Red el que nos ha abierto una gran ventana de esperanza para la democratización de la economía, del conocimiento y de las oportunidades. Como nunca antes la voluntad individual y la voluntad colectiva no tienen límites.