lunes, 30 de enero de 2012

La saturación informativa, el cambio de paradigma y la singularidad tecnológica

1.     Los síntomas

21:00 hrs, el cerebro bombardeado, sobre-informado, sobrepasado, agotado, paralizado…

Al final de uno de esos días “excesivos” -que parecen estar haciéndose cada vez más frecuentes-, el cerebro ya no da ni para leer el email (un doble click te involucraría y obligaría a seguir procesando información, así que es mejor mantenerlo en la carpeta "no leídos" para el día siguiente, o para algún día…), ni para escuchar al jefe, ni para leer el diario; ni siquiera para actividades tan banales como Facebook o para ver la TV abierta queda ya una sola neurona palpitante (¡que para seguir la mayoría de la televisión abierta sería suficiente!).

Como reacción instintiva al creciente torrente de información que exige un creciente volumen de decisiones, las corporaciones han ido cayendo en el síndrome de la "reunionitis", ese exceso de convocatoria a un exceso de reuniones donde cada individuo pasa a ser un aporte insignificante al todo. Para qué hablar de la presencia ausente de la mitad de los participantes que a través de sus smartphones o tablets están en cualquier lugar menos en la reunión.

Y no se libra el resto de los ámbitos sociales de los estragos que están produciendo la fiebre de Internet, la híper-información y la híper-conectividad: caen dictaduras por doquier; se organizan movilizaciones a la velocidad de la luz; nuestros niños pasan parte importante de la noche en el ciberespacio y llegan muertos de sueño o sobre-estimulados a clases y sin capacidad de concentración (y la única solución que “el sistema” ha sabido dar es el Ritalin…); se  hace cada vez más difícil convocar a la familia en torno a la mesa y no es extraño discutir con tu pareja porque tu cerebro está en el ciberespacio o porque metiste a otra u otro en su cama (me refiero a la Blackberry o al iPad). Estamos cada vez más interconectados, cada vez más cerca de los más lejanos, pero cada vez más lejos de los más cercanos. La educación ya no educa para los tiempos actuales, la historia y la cultura pierden interés, la religión ya no convence y la democracia ya no representa…

Sí pues, tal como la conocemos hoy y con todo el respeto que nos merece, parece que nuestra amiga democracia o perdió el tren del progreso o le ha llegado repentina e inesperadamente la menopausia y nos está pidiendo a gritos un “fashion emergency”. No se ha puesto al día a la velocidad que exigen los tiempos. La juventud ya no se siente representada por políticos obsoletos y “desconectados”, por un sistema de lenta reacción, lleno de intermediarios, que no es capaz de escuchar, entender ni responder en forma directa e inmediata a sus demandas e ideas -como sí lo pueden hacer Google, Twitter, Facebook y tantos otros en el ciberespacio-, por un método electoral que sólo es capaz de capturar un par de segmentos de la sociedad -mientras la Internet es capaz de registrar, reconocer y responder a billones por nombre, apellido, gustos, redes, patrones de consumo, etc-, que para expresar nuestra opinión (¡y una sola opinión!) aún nos exige bloquear un día entero del calendario, desplazarnos físicamente varios kilómetros, escondernos tras una cortina para marcar nuestra preferencia con un lápiz sobre un trozo de cartulina, depositar el voto en una caja de madera o cartón y, como si fuese poco, antes de retirarnos, estampar nuestra huella dactilar y salir con el dedo manchado en tinta…No es sorprendente entonces ver tantos países desarrollados y en vías de desarrollo con gobernantes de popularidad tendiente a cero y a la vez sin nadie que les compita. Hace dos décadas decepcionó el comunismo y cayeron la mayoría de sus regímenes dictatoriales para convertirse al capitalismo; hoy decepciona el capitalismo, incluyendo sus versiones más socialistas. Y se nos acabaron los sistemas…(el original pero quizá irreplicable comunismo capitalista de China, con su libertad de emprendimiento enmarcada en una fuerte dictadura de control y planificación central parece ser una excepción, al menos parece tener cuerda para rato, generando por décadas prosperidad ininterrumpidamente creciente y pragmáticamente dosificando la entrega de libertades individuales para mantener la presión controlada).

2.     El diagnóstico

Sin lugar a dudas estamos sufriendo una acelerada, profunda y trascendente transformación, producto de las nuevas tecnologías y su impacto en la forma en que nos informamos, aprendemos, nos comunicamos e interactuamos. Se trata de un cambio de paradigma para la humanidad, que está afectando incluso la forma en que se desarrolla y funciona nuestro cerebro (para una mirada poco optimista, pero científicamente informada de esto leer Nicholas Carr, “The Shallows: What the Internet Is Doing to Our Brains”).

No sería la primera vez que la humanidad se ve enfrentada a un cambio de paradigma autoprovocado por su impulso de conquista y de dominio, por su ambición y su voracidad, pero también por su legítimo deseo de progreso, de resolver el problema vital y mejorar continuamente la calidad de vida. Y no es la primera vez que la humanidad sufre por los grandes ajustes que esto conlleva. En cada una de las grandes transiciones de la humanidad y con cada gran innovación ha habido ganadores y perdedores, sin duda. El Homo Sapiens eliminó al Neanderthal (según la teoría de Jared Diamond), la civilización europea arrasó con la americana, los fabricantes de autos arrasaron con los fabricantes de carruajes, la fotografía digital de Fuji llevó a la quiebra a Kodak, etc

No obstante, la historia nos enseña que en la mayoría de los casos la humanidad ha salido fortalecida de estas grandes transiciones. En general el hombre, como especie, se ha adaptado a los nuevos paradigmas, ha sabido y ha tenido que desarrollar nuevas habilidades e incorporar nuevos valores que han ido haciendo a la sociedad cada vez mejor desde el punto de vista de la libertad, la justicia, la participación, la ciencia, la tecnología y la calidad de vida en general (una de las obvias excepciones fue la transición hacia la Edad Media, que le produjo a la civilización occidental un retroceso de siglos). Muchos piensan, sin embargo, que la sociedad está cada vez peor. Esto puede ser efectivo en intervalos de tiempo cortos, de algunas décadas, pero a ellos los invito a mirar la historia desde una perspectiva de más largo plazo y a ponerse en el lugar de las mayorías menos afortunadas, no de las minorías privilegiadas que escribieron la historia feliz de cada época.

Por muy positivo que en general hayan sido los cambios de paradigma para el progreso de la humanidad, todo parece indicar que esta vez el fenómeno se nos viene especialmente grande y difícil, con algunas características que no tienen precedentes en la historia. Sorprendentemente, desde hace medio siglo ya algunos preveían lo que se nos venía.

En 1958 Stanislaw Ulam y John von Neumann (http://www.maa.org/devlin/devlin_04_09.htmlhttp://en.wikipedia.org/wiki/Accelerating_change, etc) especularon sobre el impacto que tendría la velocidad creciente del desarrollo tecnológico, que parecía estar llevando a la humanidad a una "singularidad tecnológica”, un punto más allá del cual la humanidad no sería capaz de ponerse al día con las nuevas tecnologías y no podría subsistir en la forma que conocemos.

En 1970 Alvin Toffler especuló y predijo (en su best seller "Future Shock") que no estábamos preparados como individuos ni como sociedad para enfrentar los problemas generados por un exceso de información y de cambios, gatillados por una nueva fuerza actuando en la historia, que él denominó el "impulso de aceleración". La sumisión del ser humano al estrés del exceso de decisiones y de cambios y a la sobre-estimulación sensorial y cognitiva, lo llevarían a la desorientación, al "shock futuro". Toffler discutía la necesidad de prepararse como sociedad y establecer un control colectivo del avance tecnológico...Y recordemos que en el año 1970 Toffler no vivía todavía siquiera el fenómeno de Internet, la revolución de las telecomunicaciones y la híper-conectividad.


En 1983 Gerald Hawkins profundiza las ideas de Ulam y von Neumann, creando el concepto de "mindsteps" o "saltos mentales” (G Hawkins: "Mindsetps to the Cosmos…”). Según Hawkins cada mindstep lleva irreversiblemente a la humanidad a un nuevo paradigma, a una nueva forma de pensar y comprender su relación con el cosmos. Algunos de estos mindsteps fueron las invenciones del telescopio, la televisión y el computador. Hawkins pudo ajustar una serie de tiempo a las fechas en que surgieron los mindsteps en la historia, lo que le permitió establecer dos cosas: (1) que los mindsteps suceden a una frecuencia creciente y (2), que el año 2053 la serie alcanzaría un límite, una singularidad, un momento a partir del cual los mindsteps comenzarían a sucederse sin intervalos de tiempo, sin descanso.

Sin duda algunos de los síntomas y cambios que hemos descrito aquí pueden asociarse a un mindstep, conformado en gran parte por la invención de Internet, los computadores personales y los dispositivos móviles inteligentes, que está revolucionando la relación entre las personas y los gobiernos, la distribución y el acceso al conocimiento y a la información, la velocidad de avance de las ciencias y tecnologías, la estructura de la economía, etc.

Entre fines de los 90 y principios de este siglo Peter Lyman y Hal Varian (en "How much information?" http://ow.ly/8eXjy) estudiaron el crecimiento del volumen de información producido globalmente. Llegaron a la conclusión de que la producción de nueva información crecía 30% anualmente (a las tasas del año 2000 esto equivalía a casi 1GB de información nueva por habitante cada año). En otras palabras ¡cada 3 años se duplica la tasa de producción de nueva información en el mundo! La nueva información crece diez veces más que las economías y mucho más que casi cualquier otra cosa que produce la humanidad.

Es comprensible entonces el cada vez menor interés que mostramos y el cada vez menor tiempo que dedicamos a estudiar y entender la historia, a consumir cultura, a cuidar el legado de nuestros antepasados, etc. Y esto sólo puede seguir empeorando, dado que en cada vez menor tiempo el mundo duplica la información y el conocimiento acumulados en toda la historia de la humanidad. En un par de meses una nueva tecnología puede producir tal impacto en nuestras vidas que se hace mucho más atractivo, más necesario y cada vez más urgente dedicar recursos y tiempo a abordar y entender esa nueva tecnología que a seguir preocupado por las cosas del pasado.

El colapso que estamos sintiendo como individuos y como sociedad y que probablemente sentiremos con cada vez mayor intensidad, se entiende en buena medida porque las capacidades biológicas, sicológicas, políticas y organizacionales que nos permiten procesar toda esta nueva información y de absorber toda la nueva tecnología y ciencia que nos bombardea con gigantescas tasas de crecimiento, están lejos de poder cambiar, adaptarse y crecer a esa misma velocidad. Un estudio reciente de Roger Bohn y James Short (http://ow.ly/8f1uN) muestra que entre 1980 y 2008 la tasa de consumo de información creció anualmente sólo a razón de 2.6% en horas (razonable, pues tenemos un número bastante limitado de horas al día) y a razón de 5.6% anual si se mide en bytes, lo que es considerable (el consumo medido en bytes se ha triplicado en 28 años), pero no llega ni a un quinto de la tasa de crecimiento anual con la que se produce la nueva información.

La evidencia cuantitativa y cualitativa entonces respalda el diagnóstico de que: (1) estamos sufriendo un cambio de paradigma o “mindstep” que nos está enfrentando a pruebas extremas y para el cual nuestras capacidades quedaron cortas; (2) este cambio de paradigma está ya en la zona de “alta pendiente” que nos lleva acelerada e inevitablemente a la “singularidad tecnológica” y (3) esta singularidad podría estar más cerca que lo que G. Hawkins predijo, pues la velocidad actual con la que se están introduciendo nuevas tecnologías y descubrimientos científicos trascendentales es tan alta (basta constatar los más relevantes de la última década) que ya vemos generaciones enteras que están siendo excluidas o quedando desorientadas.

3.     El pronóstico

Es natural hacerse entonces algunas preguntas. Se me vienen a la mente varias obvias: ¿Lograremos subsistir como sociedad? Si la respuesta fuere afirmativa, ¿cómo será esa sociedad post-singularidad? ¿Lograré yo ser parte de esa sociedad o quedaré marginado? ¿Qué características y capacidades deberá tener el ciudadano post-singularidad? ¿Puedo yo adquirir esas habilidades?

Es probable que la humanidad subsista a la singularidad, al menos por un buen tiempo, si logramos seguir controlando -y ojalá reduciendo- los altos riesgos que nosotros mismos nos hemos provocado y que nos han llevado a un equilibrio global inestable, pero además debemos lograr revertir el avance de algunos riesgos todavía fuera de nuestro control, como los del calentamiento global, que de otra manera infligirán un serio detrimento en nuestra calidad de vida y pondrán en jaque nuestra supervivencia.

No obstante, como cada nuevo cambio de paradigma nos dará menos tiempo para adaptarnos, a medida que nos acerquemos a la singularidad tecnológica la exigencia de nuevas y desconocidas habilidades individuales, conocimientos y capacidades sociales necesarias para no quedar marginados como individuos y seguir funcionando como sociedad nos llevará a un proceso continuo de selección y evolución social, a la Darwin. En este proceso aquellos individuos que no nacieron con las nuevas habilidades requeridas o que no se preocupen de adquirirlas rápidamente, simplemente quedarán socialmente marginados y serán reemplazados por aquéllos que tuvieron la fortuna de nacer con dichas capacidades o de querer y alcanzar a entrenarlas a tiempo, si es que éstas son entrenables. 


Al igual que los individuos, las sociedades que no estén abiertas y preparadas para adquirir rápidamente las nuevas capacidades necesarias caerán cada vez más aceleradamente en el caos y la pobreza y serán marginadas del desarrollo económico y político mundial. No hay para qué mirar al futuro para constatar que este fenómeno, aunque a un ritmo todavía lento, está sucediendo desde hace décadas: países que se negaron a la apertura económica, a la innovación, a la modernización de sus estados, a la concesión de libertades individuales e igualdad de oportunidades, a invertir en educar bien a sus ciudadanos, etc, quedaron marginados del desarrollo económico y político y limitaron por décadas la prosperidad y calidad de vida de sus ciudadanos.

4.     Posibles caminos y tratamientos

Un posible camino para enfrentar lo que se nos viene es aceptar que la singularidad tecnológica es inevitable y prepararnos para eso. Dado que al parecer ya estamos muy cerca de la singularidad, este camino es el más probable y requiere de una medicina bastante fuerte.

Es paradojal que en el contexto de la singularidad tecnológica no será útil ni eficiente entrenar profundamente muchas nuevas habilidades individuales y menos en los plazos que nos tomamos actualmente, pues estas nuevas habilidades quedarán obsoletas cada vez más rápidamente. Sólo hará sentido adquirir algunas de estas nuevas habilidades muy rápidamente y, por consiguiente, en forma no muy profunda.

Se infiere de esta línea de razonamiento que una de nuestras actuales capacidades, tal vez poco y mal entrenada, pasará a tomar un rol protagónico y valdrá la pena fortalecer en forma sistemática. Se trata de “la madre de todas las capacidades”: la capacidad de reconocer y adquirir rápidamente nuevas habilidades y conocimientos relevantes para enfrentar exitosamente nuevos contextos. Esa plasticidad cerebral, esa apertura y flexibilidad mental, sicológica y cultural, ese carácter y criterio que nos permiten reconocer la necesidad, seleccionar e incorporar ágilmente las nuevas habilidades y conocimientos que son relevantes para adaptarnos a nuevos contextos y demandas, a nuevos desafíos y entornos, harán la diferencia entre la subsistencia exitosa y la marginalidad. Un desafío similar tendrán los estados y la sociedad como un todo.

Es evidente entonces la brecha que se ha generado en nuestro sistema educacional “mainstream” tanto escolar como universitario en el contexto del cambio de paradigma, con metodologías de hace décadas (que aunque se disfracen con tecnología contemporánea siguen siendo metodologías obsoletas) que implantan a la fuerza contenidos del siglo XVIII y no entregan herramientas ni forman el carácter para convertir la mente en una fuente permanente de adaptabilidad y de adquisición ágil de nuevas habilidades; más bien se las arreglan para rigidizar la mente de los educandos. Claramente seguimos necesitando una revolución en la educación; no se trata solo de un problema de calidad, financiamiento y acceso.

El desafío va mucho más lejos, pues debemos mantener esa capacidad de adquirir nuevas habilidades durante toda nuestra vida si no queremos caer en la marginalidad a temprana edad. Difícil desafío sabiendo que nuestra mente se va rigidizando en el tiempo, vamos cayendo y quedándonos en las “zonas de confort” y perdiendo esa plasticidad natural de nuestra juventud. Tendremos que hacer cambios profundos en nuestros hábitos, incorporar en nuestra disciplina un entrenamiento permanente de la mente y del cuerpo, preocuparnos de mantener una buena alimentación y salud, etc.

La tecnología nos ayudará en este desafío probablemente dentro de las próximas décadas con el desarrollo de mecanismos de adquisición acelerada de habilidades y conocimientos que nos permitirán implantar en horas nuevas capacidades en el cerebro, lo que con los métodos actuales tomaría meses o una eternidad.

Desde ya, algunas de las nuevas habilidades que nos está exigiendo el actual cambio de paradigma incluyen:

         1) La capacidad de administrar la saturación informativa:
a.      La habilidad de búsqueda y filtro de información relevante
b.     La habilidad de síntesis
c.      La habilidad de intuir el camino en contextos de alta complejidad y exceso de información
         2)     La capacidad de interconexión y atención múltiple
         3)     La capacidad de toma de decisiones rápidas
         4)     etc

Aquéllos con la capacidad de administrar la saturación informativa tienen una ventaja enorme a la hora de informarse para tomar decisiones rápidas y efectivas. Aquéllos que no sepan cómo administrar la saturación informativa verán ralentizadas sus decisiones y perder efectividad y oportunidades. Al menos en lo que respecta a la búsqueda y filtro de información es probable que pronto la tecnología provea herramientas para pre-procesar grandes volúmenes en forma automatizada desde múltiples fuentes y entregarnos un compendio a la medida de nuestras prioridades, de nuestros intereses y agendas.

En el caso de la capacidad de interconexión y atención múltiple estamos hablando de palabras mayores. De acuerdo a Carr el sólo hecho de estar enfrentado a la Internet está produciendo estragos en el cerebro humano y nos está haciendo perder rápidamente otras habilidades que actualmente son importantes (está por verse si esas otras habilidades que perdemos por la exposición a Internet seguirán siendo importantes en el futuro). De todas formas, el desarrollo de las capacidades de interconexión y atención múltiple podría requerir otro entramado neuronal y hasta una mutación de nuestro cerebro (vía selección y evolución social).

Por otro lado, es posible que haya una parte importante de la sociedad que reaccione a la singularidad tecnológica aislándose y renunciando al progreso, aglutinándose geográficamente en comunidades autosustentables y anti-progreso, que no estarán dispuestas a aceptar la vorágine que significará la singularidad tecnológica en sus vidas. Estas comunidades representarán el sentimiento de muchos y nos podrían eventualmente arrastrar a una segunda “Edad Media”.

Un tercer camino, intermedio, poco popular y difícil de llevar a la práctica (aunque sí lo vemos en varias naciones actualmente), sería proactivamente ralentizar el avance tecnológico y, a través de la introducción de regulaciones y controles, forzar la generación de intervalos entre los mindsteps para dar tiempo a la sociedad de adaptarse, evitando así la singularidad tecnológica y el estrés que ésta puede acarrear.

5.     Conclusiones

Existe bastante evidencia que respalda la teoría de que estamos ante un gran cambio de paradigma en la historia de la humanidad y que, además, nos aproximamos aceleradamente a la “singularidad tecnológica” de G Hawkins, donde nuevos grandes cambios sucederán cada vez más frecuentemente y sin intervalos, sin dar tiempo a la humanidad para adaptarse.

No puede la humanidad, como lo ha hecho hasta ahora, seguir dejándose “llevar por la corriente” del desarrollo sin reaccionar, sin actuar proactivamente para entender, prepararse y tomar el control de lo que se nos viene, de nuestro destino.

Cual sea el camino que finalmente decidamos seguir, el mundo debe darle más relevancia y foco a este debate y generar un plan y una recomendación para todas las naciones. El mundo que heredaremos a nuestros hijos y nietos depende fuertemente de lo que seamos capaces de preparar, anticipar y prevenir ahora.