sábado, 19 de marzo de 2011

La crisis nuclear y el renovado rol de las energías renovables (¡y valga la redundancia!)

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¿Se atreverán éste o los próximos gobiernos a seguir empujando la energía nuclear -al menos en su forma actual- contra la voluntad de la mayoría de los ciudadanos, generando una sensación de inseguridad que atentaría seriamente contra su bienestar?

Más del 85% de la población de Chile se opone actualmente a la energía nuclear (http://bit.ly/eKwibS). Sin lugar a dudas la crisis en Japón ha incrementado fuertemente el temor en el mundo, ha hecho crecer el número de oponentes y nos ha vuelto a recordar lo vulnerable que seríamos con esta forma de generación de energía en nuestro territorio. Tal vez desde un punto de vista meramente técnico no se justifica en todo el mundo una tan mala reputación de la energía nuclear, sin embargo, hay un par de razones simples que hacen muy difícil que los chilenos seamos amigos de esta forma de energía:

1) Vivimos en uno de los países más sísmicos del planeta, lo que genera riesgos serios no solo a la seguridad de las centrales nucleares sino también a la seguridad de los depósitos de residuos producidos por las centrales nucleares.

2) Chile es un país extremadamente angosto, con una cordillera que bloquea por el este la disipación de cualquier forma de contaminación del aire y la obliga a recorrer nuestro territorio de sur a norte, con un desnivel y corrientes fluviales que propagan rápidamente a nuestro borde costero cualquier contaminación que toque los ríos o los lagos. Ante un desastre nuclear nuestro territorio se vería afectado mucho más intensamente que Rusia y Japón y la contaminación perduraría en el aire por mucho más tiempo y golpearía sin piedad a nuestra economía fuertemente dependiente de la producción de alimentos de la tierra y el mar. Si ubicáramos una central nuclear cerca de los centros de mayor consumo, un eventual desastre contaminaría a millones de habitantes y dividiría al país en dos, incomunicando el norte con el sur. Si ubicáramos una central nuclear en alguno de los dos extremos del país seríamos muy ineficientes en el transporte de la energía a los centros de consumo y además tendríamos que enfrentar la oposición de nuestros países vecinos.

Todo parece llevar a que Chile no debiera volver a considerar el uso de la energía nuclear sino hasta que se produzca un salto cuántico en la forma de explotar dicha energía (nuevos métodos de fisión nuclear, la tan ansiada fusión nuclear, etc), que garantice un mucho mayor nivel de seguridad y menor contaminación por residuos, para lo cual probablemente faltan un par de décadas. Esto no significa que debamos estar ajenos a los avances de la ciencia y la tecnología en el campo de la energía nuclear, sino más bien debemos redirigir nuestra apuesta a las nuevas formas de explotación y no a las actualmente en uso, y considerar el tiempo que queda para que estas nuevas formas produzcan resultados prácticos.

Pero que no nos lleve esta situación a un fuerte surgimiento en el corto plazo de otras formas de energía contaminante, como la termoeléctrica, que por la misma razón geográfica expresada anteriormente carga nuestra atmósfera de material nocivo para la población, contribuye aceleradamente al calentamiento global e invade destructivamente nuestros paisajes.

Ahora es el turno de invertir en forma acelerada y con audacia en las energías renovables, limpias y poco invasivas (ERLPIhttp://t.co/sytGNwp), que si bien es cierto que están todavía lejos de ser la inversión más económica de corto plazo, sus costos operacionales son competitivos, sus costos de inversión bajan aceleradamente con el desarrollo de la tecnología y en el largo plazo sus beneficios serán incuantificables en la salud de las personas, el cuidado de nuestro medio ambiente y nuestro patrimonio turístico, y en las externalidades positivas que producirán la investigación y desarrollo de las tecnologías de punta asociadas.

De igual relevancia es priorizar una agresiva agenda de eficiencia energética, que nos permita reducir el consumo per cápita en forma considerable, sin renunciar a la productividad necesaria para el crecimiento económico del país.

Un programa de inversión acelerada en energías ERLPI y en eficiencia energética podría producir unos 500MW de capacidad energética incremental al año para el crecimiento del país, reduciendo así fuertemente la presión sobre las fuentes tradicionales.

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